
«El conocimiento viene, la sabiduría se queda», según el poeta Alfred Tennyson (1809-1892)
Cuando era joven una vez estaba con un malestar, una incomodidad muy grande y me hice frente a un espejo y le pedí a mi ser interior que por favor me quitara ese malestar y seguí con lo que tenía que hacer y al rato me di cuenta que ya no lo tenía, mi mente estaba en calma y me puse feliz sin volver a pensar en ello. Luego con el paso de los años me interese por la meditación y entre a un grupo que había en el barrio y al tiempo de estar en este grupo caí en cuenta que en aquella oportunidad me había sanado a mí misma, a pesar de no tener idea que esto podía realizarse y comencé a quitarme conscientemente incomodidades, malestares, dolores pequeños, nunca lo he intentado con dolores fuertes, pero si con los sentimientos. Por la misma época me había contactado con una sanadora y ella me decía que nosotros somos energía. Si enfermamos es porque por algún motivo se había bajado la vibración de la energía en alguna parte del cuerpo y al bajarse la energía, la parte del cuerpo afectada quedaba susceptible de ser atacada por un organismo de mayor energía, de más alta vibración.
La manera como comencé a eliminar malestares físicos o sentimientos es que localizo el dolor y al respirar y tomar el aire aspiro el dolor o malestar que siento, bien sea con la mente o poniendo la intención de aspirarlo o me paso la palma de la mano por donde está el dolor y voy diciendo trasmuto al amor esta energía de baja vibración y la suelto al vacío, al mismo tiempo que soltamos el aire. Esto lo hacemos tres o cuatro veces.
Si es un sentimiento hago consciencia de la sensación que trae este sentimiento y pongo la intención de diluirme en el sentimiento. Lo explico de la siguiente forma: tomamos un vaso de agua que representa a la sensación que nos está dejando este sentimiento, le agrego azúcar, el azúcar está representando al amor divino y el azúcar se diluye por toda el agua. Diluirse es expandir el amor por todo el sentimiento y nos hacemos uno con esta sensación, hacernos uno es sentir que la sensación es de nosotros, no es algo extraño o ajeno. Para mí hacerme uno con la sensación es lo mismo que envolverla en el amor Divino y al hacernos uno con ella ya no es extraña a nosotros, forma parte de nosotros y podemos eliminarla.
En un libro de «Mi Maestro» nos dice que al hacernos uno con la sensación se logra que nos vayamos calmando hasta que la sensación desaparece.
Como todo en este camino de la meditación y de la vida, no todo lo que le sirve a una persona le sirve a todas las personas y no se pierde nada intentándolo.
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