
“El miedo es un impedimento para que surja el amor. El miedo no es algo innato, sino aprendido. La espiritualidad te enseña a liberarte del miedo y del odio.”
Anthony de Mello
Cuando tenemos miedo, no nos puede comprender sino otra persona que haya estado en las garras del miedo. Yo era muy miedosa y cada vez mis miedos iban siendo más difíciles de comprender. Nací en un pueblo donde se hablaba de brujas, fantasmas aparecidos, y fenómenos raros que pasaban. Pasaron los años y por algún tiempo no volví a tener miedo hasta que una vez comencé a ver una luz blanca todos los días, en mi apartamento que cambiaba de sitio y me aterrorizaba, por esa época no había entrado a meditar. Leí muchos libros que hablaban de los miedos, pero en ninguno se contemplaba los miedos espirituales. Entré a un grupo de meditación en luz y sonido y un día leyendo un libro de mi Maestro él hablaba del miedo y decía que había que transmutarlo al amor y hacernos uno con el sentimiento que teníamos de miedo, no mirarlo como algo aparte de nosotros, sino hacerlo parte de nosotros, si se intensificaba la sensación de miedo siguiéramos observándola, hasta que empezará a disolverse a desaparecer y se desvanecería quedando una sensación de tranquilidad de paz. La frase que se acomoda más a mi forma de ser, la que aplico más seguido, para transmutar pensamientos, sentimientos, dolores, etc. es: transmutarlo al amor y dejarlo ir al vacío infinito. No importa si nunca has realizado el amor que nos tiene Dios, porque aunque nunca lo hayas realizado está dentro de ti.
El pensamiento de miedo puede volver a aparecer y si vuelve a hacerlo será cada vez menos fuerte la sensación y nuevamente repetimos lo mismo, hasta que desaparezca del todo. Cuando desaparece hay calma sosiego. Nosotros mismos le damos poder al pensar en él, porque es difícil sin una ayuda, dejar de pensar. Podemos quitarle poder no pensando en ello, y esto logramos hacerlo creando una frase que nos de tranquilidad. Cuando intuimos que puede llegar el pensamiento que nos produce miedo, comenzamos a decir la frase varias veces y no dejamos entrar el pensamiento que nos asusta. La frase que hemos creado la repetiremos todos los días por lo menos durante 30 días seguidos, o las veces que creamos necesario hasta que el pensamiento no vuelva más. Yo repetí la frase cada vez que me acordaba y la escribí todos los días, lo hice por treinta días seguidos.
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